jueves, 29 de enero de 2015

Hasta siempre, Amparo

No, no voy a hablar de su carrera ni de esa horrible enfermedad que ha terminado con su vida a los 77 años. Quiero hablar de lo que Amparo Baró significó para el cine, el teatro y la televisión, y para su público. 

Los domingos y sus collejas en "Siete Vidas" eran de visionado obligatorio en prácticamente todos los hogares españoles. Esa sonrisa medio irónica, medio inocente. Imposible de olvidar. Esa emoción cuando sabías que se avecinaba una colleja. Y el momento de después... Sólo puedo decir "chapó". 

Bastaba una escena de ella en "El Internado" para que todo el capítulo valiera la pena. Porque sí, era de esas pocas actrices que llenaban la pantalla. No necesitaba siquiera un guión, con ver sus ojos y su expresión ya sabías lo que se pasaba por su cabecita.

Su Goya honorífico no es suficiente, no refleja el gran valor de su trabajo ni el legado que nos deja. Aún a día de hoy, ver un capítulo de "Siete Vidas" es un placer. O cualquiera de sus trabajos. 

Los que la han visto en teatro dicen que era "una monstrua de la interpretación". Yo, a título personal, no he tenido el placer de verla en vivo y en directo, pero no me cabe duda de que lo era.

Aún no entiendo cómo alguien tan pequeño puede ser tan grande y provocar tantas sonrisas y tanto cariño. Nadie va a superar a Amparo Baró, porque sencillamente era (hablar de ella en pasado sigue provocando un escalofrío) única. Pues sí, una pequeña gran luz de nuestra cultura se acaba de apagar.

No me quiero extender más, porque una lagrimilla empieza a asomar y seguro que ella jamás habría querido eso de nadie que fuera fan suyo. Únicamente, y para terminar, os dejo esta frase tan atemporal de Sole: "Ahí abajo esa gente tan normal se convierte en mentirosa, egoísta, terriblemente asquerosa, en fin, ¡políticos!". Sencillamente, sencillamente, maravillosa. 

D.E.P. 

miércoles, 7 de enero de 2015

Je suis Charlie


Soy periodista. 

Una frase. Dos palabras. Simples. Pero siempre peligrosas. No obstante, gracias a profesionales como los del semanario satírico francés, Charlie Hebdo, esta profesión sigue sin corromperse del todo. Profesionales que han sido atacados esta mañana en su sede en París. En el momento de escribir esta entrada, los fallecidos ascienden a doce, entre ellos, el director de la publicación. Todo ello, por no tener pelos en la lengua. Por no tener miedo. Por hacer humor de la cruda realidad. Por no hacer copia-pega de un teletipo de agencias. Toda una proeza, he de decir, dado el momento que vivimos. 

Muchos desprecian esta bella profesión, creyendo que somos simples loros o papagayos de los políticos e instituciones. Pues bien, otro tipo de periodismo es posible. Es aquel que te abre los ojos a la realidad. Es aquel que te hace entender la información de otra forma. Y eso es lo que los profesionales de Charlie Hebdo hacían. A su manera. En clave de humor. 

Si ya no podemos contar la verdad, ¿qué nos queda? Nada. Porque entonces todos aquellos seres fanáticos, cerrados de mente y sádicos que pueblan este mundo, habrán ganado. Y lo que es peor. Habrá ganado el miedo y la represión. 

Me gustaría cerrar este breve post, recordando una cita publicada en dicho semanario a raíz del miedo que grupos islamistas quisieron infundirles por la publicación de una serie de caricaturas sobre Mahoma: "La libertad de expresión no es negociable". Y yo les respondo. No, por supuesto que no lo es. Doce (y esperemos que no más) de vosotros os habéis ido, pero nos queda vuestro legado, vuestra mordaz forma de escribir y vuestras caricaturas. No os quepa duda que seguirá habiendo gente valiente, amante de esta nuestra profesión, que tampoco se callará ni se paralizará ante el miedo. Por gente como vosotros, me siento orgulloso de formar parte de este gremio. Merci à tous.